La Esclavitud del Primer Siglo y la Carta a Filemón

Julio 28, 2024 – Hernan Gonzalez.

La esclavitud a lo largo de la historia ha sido uno de los temas mayormente sonados, que han generado controversia y debate. Conociendo la historicidad de este hecho, para algunos la esclavitud fue considerada una opción por un bien común, mientras que, para otros, es algo inaceptable e injusto. En la época moderna pudiéramos pensar que la esclavitud en la época antigua solo era parte de las conquistas territoriales de los grandes ejércitos e imperios poderosos, que, sometiendo a sus enemigos derrotados, los esclavizaban y venían a ser parte del imperio conquistador. Grandes imperios como el imperio Babilónico que fue establecido aproximadamente en 1792 a.C., el imperio Asirio que data del 911 al 609 a.C., el imperio griego que apareció en el siglo XII a.C., el imperio persa que surgió en el 1500 a.C., son ejemplos de superpotencias que como imperios dominaron territorios y llevaban a sus víctimas a su esclavización. Para el primer siglo de nuestra era, el Imperio romano tenía el dominio y el estado más poderoso del Mediterráneo. Con adquisiciones territoriales en Asia Menor, muchos de los esclavos procedían del Este y eran sirios, judíos, griegos, e incluso egipcios.[1] En el mundo romano, la esclavitud no estaba asociada con la opresión de una raza en particular, las mayoría de las veces los esclavos eran prisioneros de guerra llevados a tierras extranjeras, o individuos no romanos eran vendidos por su familia para pagar una deuda, entre ellos había británicos de tez blanca y germanos rubios.[2] Algunos de los hombres libres de aquel entonces pasaban por necesidades debido a su estatus social de pobreza, no tenían otras opciones para mejorar su situación, estos venían a formar parte de la esclavitud social de la época, e incluso algunos se vendían como esclavos solo para poder obtener la ciudadanía romana y poder gozar de ciertos privilegios, pero cualquiera de esas posibles opciones los llevaba a someterse y esclavizarse.

La esclavitud había eclipsado casi por completo el trabajo libre, los esclavos podían ser médicos, músicos, maestros, artistas, bibliotecarios o contadores; en resumen; casi todos los trabajos podían y estaban ocupados por esclavos.[3] Los esclavos romanos ocupaban posiciones de gran poder y responsabilidad. Mientras que los esclavos romanos esperaban su liberación (manumisión) a los 30 años de servicio, los esclavos no romanos no corrían con la misma suerte, la mayor parte de ellos nacían esclavos y morían como esclavos. Se cree que entre los años 146 a.C. y 235 d.C. la proporción era de tres esclavos por cada ciudadano libre. Plinio afirma que en el tiempo de Augusto (63 a.C.–14 d.C.), un ciudadano llamado Cecilio tenía 4116 esclavos.[4] 

Por irónico que parezca, era mejor ser un esclavo, que ser un hombre libre. Algunos de estos esclavos eran personas productivas y no era extraño que el amo enseñara su propio oficio, tanto los amos como los esclavos llegaron a generar un vínculo de amistad e incluso familiar. Por otra parte, el lado oscuro de la esclavitud, desde el punto de vista legal, en aquella época los esclavos no eran considerados personas, sino las herramientas de sus dueños o amos, los esclavos podían ser comprados, intercambiados, heredados e incluso, eran incautados para pagar la deuda de sus amos. Si un amo era acusado de un crimen, podía ofrecer a su esclavo para que, sometido a tortura, fuera interrogado en su lugar.[5] Y de acuerdo con la ley romana, el esclavo era totalmente propiedad de su dueño. Algunos esclavos eran reconocidos como parte de la estructura social, y se les consideraba miembros de la casa de su dueño. No disfrutaba de ninguno de los derechos de los ciudadanos romanos y su condición era bien definida por el refrán jurídico “servum tram-quam res”: el esclavo es como una cosa.[6] Así, el amo podría tratar al esclavo como quisiera. De manera que, los castigos, las recompensas, la manumisión y hasta la muerte quedaban al antojo del dueño, de manera que el amo no tenía limitantes a la hora de tratar con su esclavo.

La esclavitud fue clave para el sistema económico de la antigüedad y evitó que mucha gente pasara hambre.[7] Para los tiempos del apóstol Pablo, la esclavitud fue el motor con el cual el imperio romano alcanzó su máximo nivel de autoridad y dominio como superpotencia, ya fuera en extensión territorial, militar o en el trato de personas, esta se extendía a lo largo y ancho del imperio, que de acuerdo con algunas fuentes, las estimaciones de los esclavos databa de un tercio a la mitad de la población. Esto alarmó para las autoridades romanas, ya que, si el número de esclavos iba en aumento, la situación pronto podría salirse de sus manos, y en una posible conspiración, siendo menos en números pudieran ser derrocados por sus propios esclavos. Debido a que había una porción tan elevada de esclavos, la clase gobernante se sentía obligada a promulgar severas leyes para evitar fugas o revoluciones.[8] Estas leyes tenían como objetivo causar cierto temor en los esclavos, y poder tener el control total sobre ellos y evitar posibles conspiraciones. Los castigos para este tipo de actitudes para los esclavos eran severos. El castigo por fugarse era con frecuencia la pena de muerte, a veces mediante la crucifixión o siendo arrojado a voraces peces llamados lampreas (anguilas). Enseguida de una huida, el fugitivo era perseguido por la policía imperial hasta lograr su detención. El esclavo fugitivo se le marcaba con un hierro candente con la letra F en la frente y podía ser azotado sin límites y enviado a las minas a morir.[9]

Vedio Polio, un cruel amo de Roma, tenía un acuario con agresivas morenas de dientes filosos para poder reciclar a los malos esclavos y transformarlos en alimentos para peces. Un día mientras atendía a un invitado, el emperador Augusto, Polio enloqueció de rabia cuando uno de sus esclavos se le rompió accidentalmente una copa de cristal y, de inmediato, ordenó que arrojaran a su siervo al acuario para que se le comieran las morenas. El esclavo se puso de rodillas ante el emperador y suplicó por su vida. Augusto intentó convencer a Polio de que pasara por alto el error, pero este se negó. Entonces, Augusto le pidió que trajera todas las copas de la casa y, a continuación, ordenó que rompieran cada una de ellas. Polio ya no podía matar al esclavo por haber roto una copa por accidente cuando el emperador había roto todas las demás a propósito.[10]

Sucesos como el de Publius Vedio Polio revelan el maltrato, el horror y la injusticia con la que los esclavos eran tratados. Puesto que los dueños de los esclavos tenían autoridad absoluta sobre sus esclavos y muchas veces los trataban como si sólo fueran propiedad y no personas.[11] Debido a la generalización de la práctica de esclavizar a los seres humanos, los romanos redactaron leyes y reglamentos estrictos para garantizar que los esclavos fueran tratados de manera justa. Las autoridades romanas implementaron leyes a favor de los esclavos, leyes de las cuales las mayormente conocidas fueron conocidas fueron la lex Petronia (circa 61 CE) y la lex Junia Petronia (19 CE). La lex Pretronia prohibía estrictamente que un amo enviara a un esclavo a las fieras o a condenarlo a muerte sin antes someter el caso a juicio. Aunque aún no los reconocían como personas bajo la ley, el Senado romano les otorgó a los esclavos acusados de crímenes el derecho a un juicio (20 d.C.).[12] Al poco tiempo después, un edicto por parte del emperador Claudio, dentro de la misma lex Petronia ordenaba la liberación legal del esclavo, y se volvió algo común que los esclavos pudieran obtener o comprar su libertad. Pero para que el esclavo quedara completamente libre de todas sus obligaciones con su amo, la libertad que se le concedía tenía que ser decretada por la ley.[13] La esclavitud para el siglo primero fue un evento histórico que marcó un antes y un después, y llevó a aquella sociedad a una reforma social, la indiferencia como los malos tratos fueron la principal causa detonante para buscar por un bien común e igualitario entre los amos con sus esclavos. 

Contexto y Contenido de la Carta a Filemón

La carta del apóstol Pablo a Filemón, es un documento que pertenece a lo que se conoce como corpus paulinum. Escrita aproximadamente en el año 62 d.C., la carta a Filemón tiene como telón de fondo el fenómeno de la esclavitud y esta fue redactada durante el primer encarcelamiento del apóstol Pablo en Roma (60-62 d.C.). Esta epístola nos traslada al contexto histórico del primer siglo, donde la esclavitud era algo común en la sociedad de aquel entonces. Su contexto nos lleva a conocer el tipo de trato y relación que había entre un amo con su esclavo, al igual que nos muestra la transformación de una persona que ha creído en el mensaje del evangelio, por lo tanto, las personas que recibían dicho mensaje muestran una actitud distinta a la que el mundo tiene. No insiste en una abolición inmediata, pero si indica que el evangelio debe transformar completamente la relación entre un amo cristiano y un esclavo cristiano.[14] Este cambio de actitud comienza recordándonos el valor de nuestros valores, el cual Dios nos lo ha otorgado y somos portadores de él en nuestra imagen y persona. Siendo este el propósito principal y el énfasis que el apóstol hace en esta carta, por un lado, nos muestra el lado más humano del apóstol Pablo. Por otro, refleja un rico contenido teológico, cuyo centro es la relación entre la fe y las obras.[15] Para las personas de aquella época, el evangelio fue la única fuente de transformación para el ser humano que comienza y produce un cambio en los seres humanos que va del interior y se ve reflejado en el exterior.

Filemón parece haber sido un colosense comparativamente rico, el cual, como la mayoría de los ricos en aquel tiempo, era dueño de esclavos.[16] Al parecer, con la evidencia interna que se tiene de la Biblia, se sabe que Filemón fue el hijo espiritual del apóstol Pablo, fue guiado e instruido para llegar a ser parte de la obra del Señor. Filemón no es un simple cristiano, es un líder eclesiástico, y su hogar es un sitio de encuentro de una congregación.[17] Era común en aquel entonces que las personas se reunieran en casas, y no fue sino hasta el siglo III. d.C. que se comenzaron a usar edificios como templos o como iglesias.

La situación que se trata en este corto escrito de solo 335 palabras en su idioma original (griego), se desarrolla por una serie de eventos no registrados en las Escrituras, pero con lo descrito en el texto nos ofrece pistas de los posibles acontecimientos. Era inaceptable que un esclavo cometiera alguna falta o delito contra su amo, y al parecer, uno de los esclavos de Filemón llamado Onésimo tomó algo de las pertenencias, posiblemente dinero y se dio a la fuga. Al poco tiempo de estos posibles eventos, Pablo se encontró con Onésimo en Roma, el cual, al escuchar el mensaje del evangelio, respondió positivamente y vino a la fe. Esto marcó significativamente la vida de Onésimo y por consiguiente confesó su falla y su pecado. Viniendo en arrepentimiento y fe al Señor, vino así su conversión a Cristo. Esto permitió que Onésimo pusiera al tanto de su situación al apóstol quien, al conocer sobre lo sucedido, de inmediato se puso en contacto con Filemón que se encontraba en Colosas por medio de una carta. El deseo del apóstol era buscar la reconciliación entre estos dos hombres, ahora cristianos. El apóstol Pablo escribió esta breve súplica para pacificar a Filemón y para procurar una reconciliación entre el esclavo y su dueño.[18] Para aquel entonces, los esclavos que se fugaban o cometían un delito en contra de sus amos, eran severamente castigos, golpeados, desollados o mutilados e incluso algunos de ellos eran sentenciados a muerte por sus propios amos, ya que el castigo lo imponía el propio amo sobre su esclavo. Aristóteles había definido a un esclavo como “un instrumento animado; y el instrumento, un esclavo sin alma”.[19] Tal filosofía de pensamiento, nos da un cuadro de como esto influyó tanto en la sociedad de aquella época que los llevó a perder por completo el valor de una vida humana. Los esclavos estaban situados en los niveles más bajos de la escala social. Un esclavo fugitivo valía aún menos.[20]

La práctica de la fe cristiana y el fruto en sus obras debía ser notorio en los ahora cristianos para reflejar su nueva identidad, pero sobre todo reflejar el reino de Dios que se manifestaba en ellos con sus actitudes. Además de elogiar a Filemón al principio de la carta, enseguida Pablo demanda una respuesta acorde a la fe que ahora profesaba Filemón. En la carta, Pablo explica su situación y pide a Filemón que trate a Onésimo no como un esclavo y un ladrón fugitivo, sino como un amado hermano en Cristo Jesús. [21] Por difícil que pudiera ser esto para Filemón, ya que bien pudo haberse sentido traicionado, ahora pudiese mirar a Onésimo con desconfianza, pero en lugar de confrontar a Onésimo, Pablo le exige a Filemón ver a su esclavo con gracia, para demostrar lo que él también había recibido de Dios. Filemón fue tanto hermano como amo; Onésimo fue tanto hermano como esclavo.[22] El poder transformador del evangelio debía ser notorio en la vida de ambos. En esta carta no es solo una súplica para que Filemón perdone a Onésimo por sus acciones; sino es un pedido no muy sutil de que libere al esclavo y lo envíe de vuelta a apóstol, pero ya como una persona libre. La exigencia del apóstol a Filemón es que ahora como creyente y seguidor de Jesús, él debía mostrar misericordia con su esclavo por su falta, así como Dios tuvo misericordia de él cuando él se encontraba esclavo por el pecado y Dios le perdonó en Jesucristo. En contra de la ideología popular, Pablo considera que los esclavos son iguales a cualquier otra persona, por lo menos ante los ojos de Dios y de Su pueblo.[23] Esa era la actitud que Pablo quería ver en Filemón.

El comienzo de la iglesia transformó a una sociedad y derrocó a un imperio. Sacó a relucir el amor, la gracia y la misericordia que Dios tuvo para con nosotros y nosotros para con los demás. En el escrito paulino a Filemón especifica la participación de la fe en la vida práctica del creyente. Esta carta marca el comienzo de la influencia que el evangelio habría de ejercer sobre una institución tan injusta como la esclavitud.[24] Desde la perspectiva divina, Pablo deja en claro que el fruto del Espíritu que mora ahora en el creyente es el que ama por encima de cualquier circunstancia que pueda crear división o distinción alguna. Con respecto a Onésimo los actos que realizó pudieron ser llevados a cabo quizás debido a alguna necesidad que él tenía o simplemente por el pecado que mora en las personas. Debido a este acto, por consiguiente, las leyes estaban completamente en contra del esclavo Onésimo, y la muerte, al parecer, iba a ser su sentencia a la hora de ser apresado y juzgado por su delito. Detrás de todo ese trasfondo cultural y social, Pablo exige a Filemón a recibir a Onésimo, no nuevamente como un esclavo sino como un hermano en la fe, ya que ahora era un nuevo miembro de la familia de Dios y del cuerpo de Cristo. La función en relación con Cristo marca el inicio de un acontecimiento que transforma la vida. Onésimo tenía la buena voluntad de regresar para aceptar las consecuencias y para cumplir sus obligaciones a causa de la obra de Cristo en él. Además, Filemón podía recibir bondadosa y amablemente al esclavo huidor a causa de la obra de Cristo en él.[25]

Con las buenas nuevas del evangelio, Pablo deseaba que Filemón entendiera la situación social de Onésimo, para que esto sirviera como escenario y provocar un cambio mentalidad con el cual la sociedad de aquel entonces estaba acostumbrada a tener como cosmovisión. El pago de cuentas es ejemplificado en la obra de Cristo, quien se ofreció a sí mismo como pago por la deuda de los pecados de la humanidad, y esto fue realizado por el hecho de haber sido crucificado. Las Escrituras mencionan que los creyentes no aman solamente de palabra ni de lengua, sino con hechos y en verdad (1 Jn. 3:18), de los cuales, cada acción y actitud que manifiesten en su comportamiento y su forma de relacionarse con los demás, reflejarían el carácter transformador de Jesucristo. Filemón estaba comprometido con el Señor, y debía dejar a un lado diferencias sociales con su ahora hermano en la fe Onésimo. Esta es una actitud que debe manifestar los creyentes del día de hoy, dejando a un lado la esclavitud de la religiosidad, o doctrinas erróneas que no permiten avanzar la obra de Dios, sino adoptando la actitud de Cristo, y ejemplificarla en cada relación de nuestra vida.

La fe en Cristo y el amor en Él debe unir a los santos más estrechamente que cualquier relación externa que pueda unir a la gente del mundo.[26] Para los tiempos del apóstol Pablo, las clases sociales eran muy notorias, el tratar a los esclavos y a los siervos con indiferencia era parte del diario vivir para la mayoría de personas de aquel entonces, pero esta pequeña carta nos lleva a dar un gran paso y romper ese modelo mental que la sociedad tenía, la cual comenzaba con la nueva vista que Cristo había dejado en su vida ministerial aquí en la tierra. Jesús con el mensaje del evangelio trajo al hombre a reconciliar lo que somos con lo que Dios es y fue una historia que va del odio al amor, de la esclavitud a la libertad y del descubrimiento glorioso a la verdad en Jesucristo.

El Impacto del Cristianismo en el Primer Siglo

Aunque Pablo no atacó abiertamente el sistema esclavista en aquel momento (algo inapropiado dadas las circunstancias), sin duda expuso las implicaciones del evangelio en términos de transformación la relación amo-esclavo.[27] La luz del evangelio produjo un cambio de mente en la sociedad de aquella época. El cristianismo quebrantó las barreras sociales y culturales del primer siglo, y ha permanecido como modelo hasta nuestros días. Así como la esclavitud no distinguía razas o género, de igual manera el evangelio no hace distinción alguna para darle libertad a las personas de la esclavitud del pecado por la obra objetiva de Cristo.

La venida de Cristo, así como su mensaje de redención fue el primer paso que Dios realizó para traer a una humanidad perdida de vuelta a las sendas del amor y la justicia, por consiguiente, Dios creó la iglesia para transformar el mundo. El evangelio es la única garantía del hombre, el único camino de salvación y la única esperanza para la humanidad.[28] El evangelio de Jesús transforma radicalmente la forma de relacionarnos con otras personas. La actitud del creyente debe reflejar amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Ga. 5:22-23). Pablo matiza en esencia el mismo punto cuando les recuerda a los dueños de esclavos que ellos rinden cuentas al mismo Amo celestial que sus esclavos creyentes.[29] Tal actitud debe ser parte del testimonio de cada creyente para que además de impactar a otros para el Señor, sea manifestado el reino de Dios en su forma de vivir.

Las Escrituras no sancionan la esclavitud, más al mismo tiempo no emprenden una cruzada política contra ella, propone más bien los principios de amor para con nuestros semejantes, principios que seguramente (como ha sucedido) con el andar del tiempo socavarían y derribarían, sin producir convulsiones en la existente fabrica social, incitando a los esclavos contra sus amos.[30] La esclavitud dejo ver el lado más oscuro de la humanidad al igual que nos permitió recrear nuestro sistema y la forma en como nos desarrollamos como sociedad para un bien común, sin distinción alguna y todo comenzaba adoptando la actitud que hubo en Cristo. Pablo se ofreció a pagar cualquier restitución que fuera necesaria para que Onésimo se reconciliara con Filemón, y así siguiendo el ejemplo de Cristo, quien pago el precio para reconciliar a los pecadores con Dios.[31]

El propósito de Pablo al escribir esta carta es pedir a Filemón que perdone la vida de Onésimo y lo reciba de vuelta, no solo como un esclavo, sino también como un hermano cristiano.[32] La reconciliación era un sello distintivo ahora entre los nuevos creyentes de aquella época, ya que el trato ya no era solo como objetos o cosas sino como seres humanos hechos a la imagen y semejanza de Dios. Un propósito secundario es enseñar de forma práctica el amor cristiano cuando buscamos expresar los efectos de la vida de Cristo en nosotros a través de nuestra propia vida cambiada, por cuanto, transforma nuestras relaciones con otros ya sea en la casa o en las relaciones amo/esclavo o jefe/empleado.[33] El tipo de relación y de trato entre amos y esclavos, cambia radicalmente cuando la persona pone sus ojos en Dios, ya que Él como nuestro Creador, es el único que le devuelve el verdadero valor a las personas gracias a la obra redentora de Su Hijo Jesucristo. Para Filemón como amo y Onésimo como esclavo, el conocer sobre el mensaje de Cristo hizo la diferencia para romper con estereotipos y parámetros que la sociedad tenía en aquel entonces. El perdón y la reconciliación, así como el amor fraternal ahora como hijos de Dios y portadores del mensaje Cristo fue la resolución para una humanidad perdida. Eso es exactamente lo que encontramos en las Escrituras: una trasformación de la relación entre amo y esclavo que conduce inevitablemente al fin de la esclavitud donde sea que el evangelio sea verdaderamente aceptado, así como sus implicaciones para toda la sociedad.[34] El gran impacto que los primeros cristianos causaron no solamente derrocó un imperio sino también transformar al mundo de una forma radical con el mensaje del evangelio de Jesucristo. Parece razonable pensar que la caridad cristiana es el inicio ineludible del final de la esclavitud.[35]

La Enseñanza para la Iglesia de Hoy

La enseñanza que nos deja inscrita en la carta a Filemón el apóstol Pablo, nos exhorta a que ahora como hijos de Dios y parte de la Gran Comisión (Mt. 28:20), estamos comprometidos a reflejar el carácter de Cristo y el poder reconciliador, como creyentes no estamos exceptos de pasar por injusticias, por sufrimiento o personas que nos puedan causar algún daño, pero la Escritura nos muestra que con el Espíritu de Dios morando en nosotros, sea él el que actúe y responda a través de nosotros en situaciones difíciles, desde ser tratados mal por personas cercanas a nosotros, hasta individuos que puedan dañar la vida de uno de nuestros seres queridos, el evangelio cambia nuestra cosmovisión para ya no ver a las personas incluyendo a los que nos causan algún mal, como un esclavo del pecado y de la condenación, sino verlos con los ojos de Dios, y buscar la redención y la restauración que solo Dios mostró también por nosotros cuando éramos sus enemigos y por consiguiente esto haga la obra del Señor avanzar y que sea el reino de Dios manifestándose en nuestras vidas. Así como es el esclavo comprado, no había limitaciones ni en el tipo ni tiempo de servicio, de la misma manera la vida del creyente debe ser vivida en una continua obediencia a Dios.[36] Enfatizando que este tipo de actitud es parte de la naturaleza divina que ahora mora en nosotros.

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[1] Slavery. (2012). M. Bunson, Facts on File library of world history: Encyclopedia of Ancient Rome (3rded.).

[2] Engelbrecht, Edward A. La Biblia de la Reforma. Reina Valera Contemporánea. Artículo sobre la esclavitud en la Biblia. p. 108.

[3] MacArthur John. Biblia de Estudio MacArthur NBLA. Editorial Vida, 2021. p. 1831. 

[4] Ropero, Alfonso. Biblia de Estudios Matthew Henry – Ampliada con Relevantes Autores

Evangélicos de Todos los Tiempo. p. 1977

[5]Ropero, Alfonso. Biblia de Estudios Matthew Henry – Ampliada con Relevantes Autores

Evangélicos de Todos los Tiempo. p. 1977.

[6] Ropero, Alfonso. Biblia de Estudios Matthew Henry – Ampliada con Relevantes Autores

Evangélicos de Todos los Tiempo. p. 1977.

[7] R.C. Sproul. La Biblia de Estudio de la Reforma. 2020 por Ligonier Ministries y Poiema Publicaciones. p.

2123.

[8] Ropero, Alfonso. Biblia de Estudios Matthew Henry – Ampliada con Relevantes Autores

Evangélicos de Todos los Tiempo. p. 1977

[9] Ropero, Alfonso. Biblia de Estudios Matthew Henry – Ampliada con Relevantes Autores

Evangélicos de Todos los Tiempo. p. 1977

[10] Miller, Stephen M. La Guía Completa de la Biblia. Dion Casio (Alrededor del 150 – 235 d.C.) Historia Romana. p. 459.

[11] Constable, Dr. Thomas L. Notas sobre Filemón. p. 1. Filemón (planobiblechapel.org)

[12] MacArthur John. Biblia de Estudio MacArthur NBLA. Editorial Vida, 2021. p. 1832.

[13] Ropero, Alfonso. Biblia de Estudios Matthew Henry – Ampliada con Relevantes Autores

Evangélicos de Todos los Tiempo. p. 1977.

[14] R.C. Sproul. La Biblia de Estudio de la Reforma. p. 2123

[15] Juan Luis Caballero. Retórica y Teología. La carta a Filemón. ScrTh37 (2005/2) p. 441

[16] Thomas L. Constable. Notas sobre Filemón. p. 1

[17] Stephen M. Miller. La guia completa de la Biblia. p. 456

[18] Thomas L. Constable. Notas sobre Filemón. p. 1

[19] Alicia Güerci Hotton. Biblia de Estudios Charles Spurgeon. Ética a Nicómaco, Libro VIII,11:6. Edición 2019. p. 1513.

[20] Milton Acosta Benítez, C. René Padilla. Comentario Bíblico Contemporáneo: Estudio de toda la Biblia desde América Latina. 2019.

[21] John F. Walvoord y Roy B. Zuck. El Conocimiento Bíblico un Comentario Expositivo. Nuevo Testamento tomo 3. p. 325.

[22] Everett Harrison. Comentario Bíblico Moody. Nuevo Testamento. Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz. 1971. p. 444

[23] Stephen M. Miller. La guia completa de la Biblia. p. 457

[24] S. Leticia Calcada. Biblia de Estudio de Apologética. 2011, p. 1669.  

[25] Thomas L. Constable. Notas sobre Filemón. 2001. p. 3.

[26] Matthew Henry. Comentario de la Biblia Matthew Henry. Libro de Filemón.

[27] S. Leticia Calcada. Biblia de Estudio de Apologética. 2011, p. 1669.  

[28] Miguel Núñez. Una Iglesia Conforme al Corazón de Dios: Como la iglesia puede reflejar la gloria de Dios. 2018

[29] R.C. Sproul. La Biblia de Estudios de la Reforma. 2020. p. 2122 

[30] Roberto Jamieson. A.R. Fausset, y David Brown. Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia. Tomo II: El Nuevo Testamento. p. 598 

[31] John MacArthur. Biblia de Estudio MacArthur. p. 1834

[32] R.C. Sproul.  La Biblia de Estudio de la Reforma. p. 2123

[33] Alfonso Ropero. Biblia de Estudio Matthew Henry. Ampliada con relevantes Autores Evangélicos de todos los tiempos. p. 1978

[34] R.C. Sproul La Biblia de Estudio de la Reforma. p. 2123

[35] Juan Luis Caballero. Retórica y Teología. La carta a Filemón. ScrTh37 (2005/2) p. 474

[36] W. E. Vine. Diccionario Expositivo De Palabras del Antiguo y Nuevo Testamento Exhaustivo de Vine. 2007. p. 338-339.

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