21 marzo, 2024 – Hernan Gonzalez
La etimología de
ateísmo proviene del término griego ἄθεος (ateo), que a su vez se compone del
prefijo ἄ, que significa “sin”, y el sustantivo θεος (Theo) que significa “Dios”.
El ateísmo es la posición filosófica que niega la realidad del teísmo. Por su
parte el agnosticismo es la posición que ni afirma creer en Dios al igual que
tampoco niega su existencia. En definición, un ateo simplemente es una persona
que no tiene una cosmovisión centrada en Dios. El naturalismo filosófico y el raciocinio
humano ha venido a bombardear las aulas y ha levantado una nueva generación de
personas agnósticas y en el mayor de los casos, ateos.

La demografía del ateísmo
ha venido al alza, mayormente en los dos últimos siglos de nuestra era. En encuestas
recientes se estimó que alrededor del 25% de los profesores universitarios son
ateos o agnósticos. Y solo el 6% dijeron que la Biblia es la verdadera palabra
de Dios, mientras que un 51% describió a la Biblia como “un antiguo libro de
fabulas, leyendas, historia y preceptos morales”. Esta lucha entre creer y no
creer la existencia de Dios ha provocado en las generaciones más jóvenes un
conflicto existencial sobre la realidad en la que vivimos. El ateísmo ha
buscado de cierta manera dar una explicación a los sucesos y procesos naturales
de la existencia misma, así como darle un significado a la vida humana, pero en
su intento ha dejado resultados no concretos y más dudas que respuestas
satisfactorias.
¿Fe vs Ciencia?
Para algunos ateos
les hace sentirse inteligentes por encima de los creyentes, debido a que consideran
sus posturas naturalistas ateas, tienen una mejor explicación a través de la
ciencia y los avances tecnológicos, lo que los ha llevado a remover a Dios de
la ecuación ante los resultados y descubiertos por la misma ciencia.

En los comienzos
de la ciencia moderna, científicos de la talla de Galileo, Bacon, Newton, Kepler
y Clerk Maxwell, creían en un Dios creador e inteligente cuya creación sería el
universo mismo. Al día de hoy pareciera que la ciencia se ha venido encima los
creyentes como si esto fuera un debate entre los inteligentes y los tontos. Pero
cuando vamos en retrospectiva en el tiempo, descubrimos que el hombre se hizo
científico porque presuponía ver a Dios en la naturaleza. Aquel
hombre conocido mayormente como el gran rey David escribió: Los cielos
cuentan la gloria de Dios, el firmamento anuncia la obra de Sus manos (Sal.
19:1). El salmista exalta a Dios por la maravillosa revelación que hace de Sí
mismo a través de la naturaleza. Nosotros podemos ver las huellas dactilares de
Dios en su majestuosa creación. Pero para el siglo XX los científicos modernos
ante sus descubrimientos de las leyes naturales y su mecanismo funcional y
llevaron a la conclusión de que ante tal mecanismo, Dios ya no era necesario.
Por su parte, los científicos antiguos supieron diferenciar entre las leyes
naturales y el Creador de esas leyes. Pero para el siglo XX el intelecto que
alcanzaron las personas, particularmente los del ámbito científico, despertó en
el orgullo humano caído y los llevó a desacreditar a Dios y vivir a la luz de
su pobre entendimiento.
¿Por
qué Existe Algo En Vez De Nada?

La
pregunta más antigua en la filosofía despierta la inquietud de las personas, al
igual que la mayoría no tiene una respuesta para esta cuestión, pero la
realidad de la existencia misma apunta a una sola cosa. Hay algunos científicos
y filósofos que mantienen que no tendríamos por qué sorprendernos del orden y
ajuste fino del universo, pues si no existiera la vida basada en el carbono, esta
sería imposible y no estaríamos ahí para observar tal ajuste fino. Es por ello que ante la
necesidad de una primera causa no causada apunta a la necesidad de Dios, el
hecho de que exista algo en lugar de nada, es un argumento mayormente plausible
ante la evidencia disponible y observable de un Dios Creador. Si esto es así
particularmente el enfoque de la creación se centra en Aquel ser divino. Por
otro lado, muchos intelectuales modernos señalan que no solo la evolución ha
eliminado la necesidad de Dios, sino que solo lo que es comprobable en un
laboratorio puede considerarse verdadero. Con esto pareciera que la
ciencia y la fe entran en conflicto.

La
Biblia nos da una respuesta plausible con un alto alcance explicativo ante la
evidente y majestuosa creación: porque las cosas invisibles de Él, Su eterno
poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo
entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusas
(Rom. 1:20). El apóstol Pablo testifica que la creación misma nos dice mucho de
Su Creador. El famoso ateo del siglo XX, Antony Flew vino a creer en un Dios
creador debido a la alta evidencia observable y el orden de la creación misma.
Y él mismo argumenta que la presunción del ateísmo y otros escritos ateos sostenían
que debíamos tomar el propio universo y sus leyes fundamentales como una
realidad última.
Pero dado la naturaleza de la evidencia empírica y observable y ante lo obvio,
todo apunta a una sola cosa. Por qué existe algo en lugar de nada, la respuesta
de la fe cristiana es Dios. A decir verdad, toda la creación de Dios predica. La
majestuosa creación es evidencia y un indicio altamente perceptible que apunta
a la existencia de Dios. Dios como Creador y Diseñador, dejó plasmado parte de
sus atributos y de su naturaleza en toda su creación. Es presuponer que de la
nada pueda surgir algo, es poco plausible y razonable de creer dado la
naturaleza misma de las cosas.
Diagnóstico
De Una Cosmovisión Atea
Las
Escrituras nos dan el diagnóstico y la condición en la que se encuentra el
corazón de la raza humana. El apóstol Pablo declara que aun habiendo conocido a
Dios, las personas decidieron no gloriarle ni darle gracias no solo por su
bella revelación en la creación sino por lo majestuosa que es esta, sino que
decidieron por su propio raciocinio hacerlo a un lado y como consecuencia sus
corazones fueron endurecidos (Rom. 1:21). Tal y como lo dijo el físico y apologeta
francés Blaise Pascal: “Hay suficiente luz para los que desean solo ver, y
suficiente oscuridad para los de inclinación contraria”.

Ante
la realidad de la revelación natural de Dios, algo si es verdad, las personas no
creen en Dios, o no quieren creer, no por lo poco que saben de Él, sino por lo
que si saben y no es de su agrado. La Biblia llama a los ateos: necios (Sal.
14:1) y en ningún momento vemos que las Escrituras digan que el ateísmo tenga
un problema intelectual, sino más bien es un problema moral. En otras palabras,
los ateos no quieren creer por la misma razón que un asesino no quiere
enfrentar a la justicia, porque si Dios si existe, es culpable frente a Él,
pero niega la existencia de Dios porque eso le da licencia para hacer lo que le
plazca sin tener un sentido de culpabilidad. Si aun y con las evidencias niegan
lo obvio, el diagnóstico es que el pecado a cauterizado sus conciencias y esto
no les permite ver las grandezas de un Dios Creador. El ateísmo contemporáneo es
una huida de un mundo sin Dios. Pero la realidad de esta
cosmovisión comienza y termina con la desesperanza.
La
Buena Noticia

La
revelación última y más completa de Dios a través de Su Hijo, vino a
diagnosticar el corazón incrédulo de los hombres y dar a conocer la triste
condición de la humanidad, pero al mismo tiempo vino a ofrecernos una
esperanza. El evangelio es una Buena Noticia. La Buena Noticia de que a pesar
de nuestra condición y nuestra incredulidad, Dios viene a darnos una nueva vida
a través de la Fe en Jesucristo y poder experimentar un nuevo nacimiento que
nos permita ver la gloria y la grandeza de Dios desde Su creación hasta Su
plenitud en la revelación de Su Hijo. La solución del mal moral se encuentra en
la perfecta obediencia que caracterizó la vida de Jesús y en Su muerte por
aquellos que creen en Él para perdón de sus pecados. Jesús se hizo pecado por
nosotros, para nosotros ser revestidos de una gloria inmerecida. Tal y como lo
escribió aquel hombre llamado Pablo. El que no conoció pecado, por nosotros
lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él. (2
Corintios 5:21).
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