14 febrero, 2024 – Hernan Gonzalez

Si
te encuentras ahora leyendo este blog, es quizás porque tú te sentiste
identificado con alguno de los dos conceptos del título. No podemos negar que
cada uno tenemos nuestra respuesta acorde a nuestras propias experiencias
pasadas. En el tema de las relaciones amorosas en su gran mayoría tienen esa
tonalidad de decepción, de desengaño, de traición y de tristeza. Es muy común
escuchar historias donde corazones rotos y lágrimas son los mayores recuerdos
de nuestro pasado amoroso. Aunque son muchos los factores, así como las causas que
han llevado muchos a tomar el camino de la desilusión y la soledad esto ha sido
debido a las relaciones pasadas que se volvieron vacías y decepcionantes. Tales
rupturas dejan sus cicatrices en nuestros corazones y quizás en nuestras
memorias. Aunque las relaciones no son intrínsecamente peligrosas, las
expectativas que tenemos de ellas sí pueden serlo.
La desilusión se apodera
mayormente de nosotros cuando aquello con lo que soñábamos no terminó por hacerse
una realidad, y aunado a ello, la nostalgia, los sentimientos de culpa y el
remordimiento dan paso a que en el interior de nuestro corazón se vuelva el
lugar más desolado de la existencia.

Las
rupturas suelen ser nuestro primer contacto con el lado negativo del amor, y la
mayoría de nosotros no quisiéramos volver a experimentarlo, algunos de los días
más oscuros de una persona soltera llegan después de terminar una relación, abriste
tu corazón, compartiste tu vida, obséquiate detalles, construiste momentos
inolvidables, y soñaste con tener una vida junto a esa persona; pero todo eso
se derrumbó.
No pasa mucho tiempo para darnos cuenta que la última página de esa historia ha
terminado, lo queramos aceptar o no. Nos cuesta soltar aquello que un día nos
hizo soñar. Nos cuesta dejar aquello que un día nos llenó de ilusión e hizo
brincar de emoción nuestro corazón. Nos cuesta mucho tener que olvidar aquello a
lo que en algún momento en amor le entregamos todo de nosotros.
La
experiencia de tristeza, de soledad, de desilusión y de olvido nunca fue el
plan original. Esto no fue así en un principio. La experiencia humana en un
mundo caído resultó ser lo más complicado y complejo de este lado de la
eternidad. La realidad en la que nos encontramos nos deja ver por sentado las
consecuencias que trajo consigo nuestra separación con Dios a causa de la
entrada del pecado en el mundo.

Nuestra primera ruptura relacional comenzó con
nuestro Padre celestial el cual en un principio había creado un mundo perfecto
y todo lo que había en él, era buena en gran manera (Gén. 1:31). La primera
pareja humana experimentó la relación más profunda, genuina, sana, sincera y
amorosa que nadie más ha vivido después de ellos. Adán y Eva pudieron disfrutar
de aquel bello mundo perfecto nunca antes creado. Todo estaba diseñado para
ellos. Los protagonistas de la novela, los actores principales de la historia. Solo
él y ella, y Dios como su testigo. Pero su historia tomó otro rumbo cuando se
les hizo creer algo diferente a lo que Dios ya había establecido para ellos.
Fue entonces cuando el pecado hizo su aparición y pasaron de una relación con
Dios a lo que hoy comúnmente se conoce como religión.
Génesis
revela lo que Dios deseó para la humanidad desde el principio y lo que todavía significa
una vida plena hoy.
Pero si a tu corazón la desilusión lo ha acaparado por completo será difícil
que puedas ver y abrazar esta gran verdad. Cuando el rechazo, la disolución o
el engaño llegan a nuestra vida por inercia tendemos a identificarnos con todo
lo triste del mundo. Cualquier canción de desamor parece contar nuestra
historia. Cualquier poema de tristeza parece describir nuestro sentir. Cualquier
noche parece no tener la luz de las estrellas. Y cuando todo esto nos acapara,
es que con nuestra desilusión tendemos a culpar a Dios por ello que nunca fue. Cuando
somos solteros y el amor viene a tocar a la puerta de nuestro corazón, la
ilusión de esa sensación hace que abramos nuestro interior, sin pensar en lo
que pudiese suceder al abrir nuestro corazón aquello nuevo que ha llegado. Cuando
nos atrevemos a que nos conozcan tanto, nos arriesgamos a que nos hieran,
cuando nos atrevemos a tener esperanzas nos arriesgamos a que nos decepcionen. Mayormente cuando abrimos
nuestro corazón a la persona incorrecta en el momento equivocado.

Cuando
la desilusión del mundo nos abraza, la esperanza que había en nuestro corazón
se apaga. Cuando la desilusión de aquello que nunca fue nos atormenta, nos
lleva al más oscuro rincón en donde solo la culpa y la tristeza se vuelven nuestra
única compañía. Mi decisión de ser soltero vino a como consecuencia de la
desilusión que en algún momento apareció. Culparte a ti mismo se vuelve parte
de tu día a día. Sentirte como nada es uno de los mayores sentimientos que
pesan en nuestro corazón. La tristeza viene a visitarte en esos momentos de
soledad para nuevamente recordarte aquello que nunca fue y prolongar más
nuestro estado emocional de desilusión. Una nueva jornada comenzó para mí
cuando esa ilusión decidió marcharse. Pero después de pasar por el tiempo de la
culpa y posteriormente la resignación, nuestro sentir se vuelve duro e
indiferente. Dejamos de percibir lo bello de las cosas creadas por Dios y todo
nos parece vacío y sin sentido. Nos volvemos punitivos con nosotros mismos y
como mecanismo de defensa, por temor de volver a pasar por otra experiencia
similar, decidimos ser solteros y cerrar nuestro corazón aquello que todo el mundo
llama amor.
Cuando
vivimos solo de sueños, al despertar y ver la realidad, puede darnos un duro
golpe en nuestras emociones y sentimientos, al grado de llegar a molestarnos
con Dios porque aquello con lo que soñamos pensamos que no fue la voluntad de
Dios, a pesar de que Él sabía que eso era el deseo de nuestro corazón. La dura
verdad de esto es que si tu esperanza esta puesta en algo que pudiera ser o no
ser la voluntad Dios para tu vida, entonces debo decirte que te estas aferrando
a una esperanza débil.
La voluntad de Dios para los
que son llamados Sus hijos, es agradable y perfecta (Rom. 12:2), pero sobre
todo es con un propósito mayor inclusive al que podemos llegar a idealizar. Quizás
estar soltero no fue por una decisión que tú tomaste, sino porque aquello con
lo que habías planificado o idealizado un futuro, decidió tomar otro rumbo y
aquellos sueños y esa vida de eterna felicidad solo quedaron en eso. Intentamos
buscar respuestas al indagar en lo sucedido. Nos mantenemos distantes de
aquellos lugares o personas que formaron parte de ese mundo. Recordamos fechas
que fueron memorables y quedaron marcadas en nuestro calendario, pero ahora
solo vemos el final de otra historia.

La
desilusión puede llevarnos a tomar decisiones basadas en nuestro sentir
negativo y de tristeza, y en lugar de ayudarnos, nos cerraremos en nuestro
propio mundo de desamor y desesperanza. Tomamos la decisión de ser solteros,
porque pareciera que ese va a ser nuestro destino. Decidimos ser solteros
porque pensamos que permanecer solos nos evitará otro dolor y una desilusión
menos en la lista. Decidimos permanecer solteros porque tememos amar nuevamente
y terminar con el corazón roto. Decidimos permanecer solteros porque llegamos a
creer que nadie nos mira con ojos de ilusión. En el tiempo de sanar nuestras
heridas de aquella desilusión, la cruda realidad te hace sentir insignificante
e inmerecedor de nada, y parte del tiempo de sanidad, un tiempo de espera el
cual tampoco es fácil. Cuando entramos por primera vez en la escuela de espera
en Dios, el corazón está puesto principalmente en las bendiciones que esperamos,
aunque por nuestra
desilusión estamos resignados a no esperar nada ya. El tiempo de espera nos
permite reencontrarnos con nosotros mismos y ver nuestro verdadero valor como
hombre o como mujer, hechos a la imagen de Dios para Su gloria. Eso es
precisamente la Buena Nueva del evangelio de Cristo, que ante la desilusión que
el mundo nos da, el Hijo de Dios vienen a mostrarnos el verdadero significado
de las cosas, y aunque estemos pobres en espíritu, más nuestro daño emocional aquello
puede ser un tanto desconocido para nosotros, pero Su amor nos va restaurando
día con día. La esperanza en tu soltería es que ya has sido amado(a) y
aceptado(a) por un amor perfecto y suficiente. Es el momento de
convertirnos en aquello que siempre debimos ser, es el tiempo de volvernos a
nuestro primer amor (Ap. 2:4).

Dios en la persona de
Su Hijo vino a revelar el verdadero significado del amor al mundo. El amor
verdadero no son canciones de desamor, ni corazones rotos ni mucho menos vivir
como mendigos del mismo. La desilusión nos hace creer que no merecemos nada o
que nunca seremos suficientes para alguien, ni seremos amados, así como
nosotros lo hacemos e inclusive, puede llevarnos a pensar que la soltería es lo
mejor de la existencia y que no necesitamos de nadie para sentirnos plenos y
felices y por ende, la decisión de ser soltero puede surgir por ese
empoderamiento y por ese descontento. Hoy Dios nos llama a vivir, no conforme
al mundo, sino a la luz de Su inmenso amor revelado en Su Hijo. Si hoy estas
soltero porque una desilusión te orilló a esto o estas soltero por decisión
propia, lo mejor que hoy puedes hacer para salir de ese bache de la tristeza y
desilusión, es comenzar a vivir para lo que Dios te ha llamado. Si en un futuro
estas en pajera o estas soltero(a), Dios nos invita a experimentar un
avivamiento, a experimentar Su reino en todo nuestro ser, pero esto solo
comienza cuando decidimos amarlo con todas nuestras fuerzas con toda nuestra
mente, alma, y sobre todo con todo nuestro corazón (Mr. 12:30). Cuando hacemos
esto, aquella luz que se apagó en nuestro interior por aquello que nos desilusionó
volverá a encender su llama por un amor más grande que es el de nuestro Salvador.
Será entonces cuando el Señor cumplirá Su promesa en tu vida, así como los
anhelos de tu corazón al restaurarnos por completo de aquello que nos asedia. Si
Dios te ha llamado a vivir este tiempo en soltería o en pareja, recuerda que
ante cualquiera que sea tu estatus, Él sigue siendo tu necesidad y tu mayor
gozo y sobre todo, tu más grande felicidad se encuentra en el regalo de Su
salvación y de Su plenitud.
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